viernes, 29 de abril de 2011

MEMORIAS DE UN PELÓN DE TAIWAN (VIII): EL BARRIO ARRIBA Y VUELTA AL FRONTÓN

- salida de Mendaza hacia Mués -
Junto a la salida de la carretera hacia Mués, se juntaban los hombres del barrio para oír al caminero, mi padre, leer en el periódico las ultimas noticias de la guerra mundial. Un día al final de la guerra sería, mi padre leía a voz hasta la bombilla de la cocina de mi casa sin necesidad de subirse a laen cuello: “Dice Degaullé, así como suena….”.No sabía quién era el que decía, pero aun resuenan las palabras en mi oído interior. Y hasta decía a todos los hombres del barrio que Degaulle decía algo. ¡Qué grande era mi padre! Llegaba hasta la bombilla de la cocina de mi casa sin necesidad de subirse a la silla o al taburete de mi hermano.
El que conozca mi casa, la de la Hortensia, podrá hacerse idea de lo alto que era mi padre.  Allí también, poco antes de Navidad, una hija de Joaquín Berruete, comenzó a darle por decir que olía a dinero. Nos pusimos todos a buscar y encontramos 1.275 pesetas, de las de entonces. Y en esto aparece el caminero, mi padre, buscando como loco el dinero de la paga extraordinaria de Navidad, ¡1.275 pesetas! Gracias a tí, a tu gesto, Srta. Berruete, aquel año pudimos celebrar en casa del caminero la cena de Navidad.
-casa Gureetxea en el barrio -
Y la que fue mi casa ¡qué bonita y recogida se ve hoy! ¡Cuántas veces he pasado por tu puerta sin atreverme a entrar!
Estamos ya en pleno Barrio de Arriba. Las casas de la Seña Pilar y el señor Romualdo, de Honorato, ¡aquel hombre tan grande! Un día, en una de mis visitas, ya muy viejo, lo vi llorar al recordarme. Me emocionó verle llorar, pero ya no volví a verlo. Poco después de mi visita se fue de este mundo. Cuántas noches pasé a su casa para llevar un litro de leche, con chorrotada incluida, que me ponía la seña Pilar para el hermano pequeño de turno.
Sigo por la calle de la ronda. Ya llegamos al frontón. Era campo de deportes para todo: la pelota, las canicas, el hinque, el pitix, el ropaencima, alguna vez la echada y el resvalizador, y otros que ya no recuerdo. Siempre estaba lleno de gritos de los chicos, y al final también de las chicas. Entonces comenzaba en Mendaza la lucha entre los dos sexos generalizada, que a día de hoy, todavía no ha concluido.
- foto en el frontón -
Una vez, era verano, un grupo de chicos estábamos en el frontón jugando al punto. El mayor, yo, de diez años, era el cabecilla. Las chicas hacían otro grupo y querían jugar, pero no con nosotros. Esperaban que, por las buenas, les dejáramos la parte delantera del frontón. Viendo que de nada servían sus peticiones ni sus gritos, pasaron a mayores. Por tres veces se acercó, en son de guerra, la mayor de ellas, Sagrario Urdangarin, una verdadera moza de 14 años. Ninguna de las tres veces se me ocurrió nada mejor que agarrarle el vestido, un vestido nuevo, azul y tirar con fuerza hasta rompérselo.

A la tercera se fue a casa corriendo y llorando. Las demás chicas le acompañaron y les contaron lo ocurrido con pelos y señales a sus tíos, Longinos y Marina. A la noche, mi madre me dijo no se qué, pero no hubo alpargata ni soplamocos. Sí que me advirtió que tuviera cuidado, porque Longinos, a quien yo tenía mucho miedo, había decidido darme un lección. Efectivamente, durante una semana lo vi desde nuestra ventana, parado en el cruce de la bajada a casa de Asensio, esperándome. Yo iba todos los días a ayudar a misa, pero esa semana fui por otras calles, y no pasó nada. Un día siendo yo muy mayor, no digamos él, quise visitarlo en Pamplona, pero ya no estaba. ¿Me aguardará todavía para darme mi merecido? Era un hombre bueno. Su sobrina, Sagrario, estoy seguro que ya me ha perdonado.

Manuel Piérola
Un pelón en Taiwan

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