domingo, 12 de mayo de 2013

LA BATALLA DE MENDAZA (II): LA APROXIMACIÓN A MENDAZA.

CAMINO DE LA BERRUEZA
Al amanecer llegaron hasta ellos las avanzadas de la división de Eraso, que aguardándoles estaban, y con francas demostraciones de alegría, cambiaron unos y otros noticias y saludos, y se pusieron al tanto de lo ocurrido en la expedición y en el ejército. Chomín y Gorria contaron con vivo lenguaje las fatigas y apuros del transporte del cañón, y los otros, después de manifestar que no habían tenido encuentros importantes con los cristinos, dijeron que el grueso del ejército iba en marcha hacia el valle de Berrueza, donde se daría una batalla, que debía de ser la más sonada de toda la campaña, y quizás la decisiva.
 
Al descender a la Borunda, encontraron a Eraso, que, en cumplimiento de órdenes del General, mandó dar sepultura al cañón en una ladera próxima a la venta de Urbasa. La tropa no se cansaba de admirar la soberbia mole, y los aldeanos de ambos sexos y hasta los chiquillos acudían a contemplarla gozosos, y la palpaban con blandura y cariño, ponderando los estragos que haría cuando empezase a vomitar por su negra boca balas y más balas. El popular entusiasmo se manifestó, al fin, bautizando la pieza con el gráfico nombre de El Abuelo, y nadie la llamó de otro modo en todo el curso de aquella memorable guerra.
 
Incorporáronse a sus respectivos Cuerpos los compañeros de Fago, y éste se fue al Cuartel General para presentarse a Zumalacárregui y darle cuenta del feliz cumplimiento de la misión que le había confiado.
 
Diéronle caballo en Alsasua, y con el 1.º de Guipúzcoa atravesó la sierra de Andía en dirección a la Berrueza. El tiempo era magnífico; comenzaba Diciembre con apariencias de Octubre; la Naturaleza favorecía la campaña, se hacía también guerrera, obsequiando con temperatura bonancible y tibia sequedad a los dos ejércitos, que ansiaban una batalla campal decisiva. Entre los carlistas era general la creencia de que ésta se daría en las posiciones de Mendaza, y que tendrían que habérselas con las dos divisiones de Oraa y Córdoba, acantonadas en Los Arcos y en Viana. Atravesando la Amézcoa baja, fueron a dormir en Artaza, y al día siguiente encontraron la división de Iturralde acantonada en Ancín. Zumalacárregui, con D. Bruno Villarreal y los batallones alaveses, estaba en Piedramillera.
 
Antes que al General vio Fago a su amigo Ibarburu, el cual le abrazó con efusión, felicitándole por su feliz arribo. Ya se sabía en todo el ejército la hazaña realizada por el buen sacerdote y sus ocho auxiliares, ¡Oh!, bien merecía tal hazaña una cruz, la cruz de San Fernando, sí señor, y es seguro que D. Carlos adornaría muy pronto con ella el noble pecho de uno de sus primeros capellanes. Replicó Fago a estas cariñosas demostraciones que ninguna falta le hacían cruces ni calvarios, pues él servía desinteresadamente al Rey, creyendo servir a Dios.
 
También dijo Ibarburu con gran alborozo a su amigo que el ejército de la Fe iba adquiriendo las deseadas piezas de artillería, arma indispensable en todo organismo de guerra: además de El Abuelo, tenían ya dos cañones de batalla que los señores Reina y Balda habían logrado fundir en Labayén con el metal de cacerolas y chocolateras reunido en Navarra. «Ya hay cañones en casa, y ahora podremos hablar gordo a la impiedad. Lo único en que la impiedad nos ha llevado ventaja ha sido en esto, en poseer cañones. Pues ahora nos veremos, señores cristinos. Trátase de saber si ustedes nos los quitan, o si nosotros les quitamos los suyos... Ya no hay razón que aconseje el circunscribirnos a la guerra de montaña, amigo Fago.
 
Al llano, a Castilla, ¿no cree usted lo mismo? A pasar el Ebro, después de merendarnos a Oraa y a Córdoba... y quédese aquí el Sr. de Mina echando discursos a los alcaldes, cortando puentes que no habríamos de pasar, y fortificando villorrios que no habríamos de acometer, pues ninguna falta nos hace poseerlos. Nuestra ambición santa va más lejos, y los poblachos que queremos tomar se llaman Miranda de Ebro, Burgos, Madrid...».
 
Fago no decía nada, y atacado de intensísima melancolía, contemplaba las cazuelas y sartenes puestas a la lumbre. Hallábase esperando la comida en la cocina de la casa, donde Ibarburu se alojaba. Gatos y perros les daban compañía, y un viejo decrépito, veterano del Rosellón y de la Independencia, les refería la expedición del Marqués de la Romana y la vuelta del Norte, aderezándola con embustes novelescos. Ibarburu tomaba en serio cuanto el anciano decía, y Fago deseaba comer y marcharse, para estar solo y platicar a sus anchas consigo mismo.                                                                        (continuará)

 


 



BP Galdós
Zumalacárregui (Episodios Nacionales. Vol 21)




  • Esta primera entrega describe el traslado de las fuerzas carlistas desde La Burunda hasta la Berrueza, donde ambos bandos habían pactado el primer enfrentamiento cara a cara, lo que se dice llevar la guerra al llano, a campo abierto, después de diferentes emboscadas guerrilleras de baja escala.
- localización de la Burunda en Navarra -
  • La Burunda es un valle de Navarra, España, situado en la comarca de la Barranca o Corredor de la Barranca (Sakana en euskera) también nombrada como Barranca-Burunda o Corredor del Araquil. Está compuesto por los municipios de: Bacáicoa, Iturmendi, Urdiáin, Alsasua, Ciordia y Olazagutía. Cierran el valle las sierras de Urbasa al sur, Aralar al nordeste, y Alzania al noroeste y por el centro discurre el curso medio del río Araquil.



 Corredor del Araquil desde Aralar. Enfrente la sierra de Andía con el espolón del Beriain y la sierra de Urbasa a la derecha

  • En el relato se nos cuenta que se trasladan desde Alsasua (La Burunda) hasta la Berrueza en 2 días (el 9 y 10 de diciembre de 1934), atravesando Andía y Urbasa, haciendo noche en Artaza (Amescoas Bajas) y llegando a Ancín y Piedramillera (Berrueza). El protagonista hace en esos dos días a caballo un total de unos 60 km. Se supone que las tropas a pie iban uno ó dos días por delante.
  • Es el primer examen bélico de nivel para Zumalacárregui después de una serie de victorias parciales en acciones guerrilleras como en Cenicero, Alegría y Echávarri dedicadas a conseguir armamento para el ejército carlista en construcción. Ahora tocaba pelear en el llano y poner a prueba al improvisado ejército carlista con unos 25.000 soldados, la mayoría inexpertos campesinos. A la batalla de Mendaza lleva unos 7.000 hombres. 

  • En la narración nos encontramos con Fago, el protagonista literario de la novela, una creación de Galdós. Fago es un cura aragonés, de carácter beligerante y guerrero en ocasiones. Tiene un pasado laico oscuro y tormentoso, plagado de sucesos violentos ligados a amoríos prohibidos y deudas de juego. En la novela sufre una conversión tardía y se hace sacerdote. Durante la guerra asiste como capellán a los batallones carlistas, pero expresa sus dudas y no tiene claro que la guerra y su bando sea la mejor opción para Dios y para los hombres.

  • En el ejército de los carlistas había muchos capellanes. Hay que pensar que la "cruzada" carlista tenía unos de sus soportes en la lucha contra el impío y descreído ejército cristino. Por eso, cuando Fago se encuentra con su colega Ibarburu (otro cura carlista) en Piedramillera, no resulta extraño la insistencia en sus diálogos de que servir al Rey es servir a Dios (Dios, Patria y Rey), que hablen del ejército de la Fe y de luchar contra la impiedad.
-los capellanes arengando al pueblo a favor de la causa carlista -
  • Muy posiblemente Fago pasa esa noche en Piedramillera o en Mendaza, que eran los sitios donde estaba el grueso de la dirección del ejército carlista. El resto de la tropa estaba distribuida entre Ancín, Acedo (cerca del río Ega) y Asarta.

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