"— Es obvio. Aunque no sólo los alquimistas utilizaron esa
técnica, hijo. También los practicantes de cultos heterodoxos se hicieron
maestros en el arte de disfrazar sus ideas tras imágenes aparentemente
católicas. Como este Triunfo de la muerte,
por cierto.
- El Bosco por Le Boucq, 1550- |
— ¿Y puedo preguntarle qué fue exactamente lo que Brueghel
quiso ocultarnos aquí?
— ¡Lo mismo que el Bosco! —responde.
— ¿Cómo? —me sobresalto—. ¿También él perteneció a los
los Hermanos del Espíritu Libre? ¿Fue un adamita?
— Más o menos, hijo. Lo que algunos historiadores del arte
creen es que Brueghel el Viejo, como el Bosco, formó parte de un culto
milenario secreto que también esperaba la inminente llegada del final de los
tiempos. De hecho, se delató al pintar El
triunfo de la muerte.
— ¡Pero Brueghel hizo otros muchos cuadros con temas muy
diferentes a éste!
—protesto—. Obras llenas de vitalidad. Que reflejan las
costumbres de su pueblo, las fiestas, las borracheras…
— Es cierto, es
cierto —dice agitando sus grandes manos ante mi rostro—. Brueghel pintaba todo
aquello por lo que le pagaban. Aunque puedo asegurarte que, para él, este
cuadro no fue uno más. Como sucede con El
jardín de las delicias, no disponemos de un solo documento o indicio que
nos diga quién se lo pidió. Ni tampoco por qué en 1562 ejecutó otras dos tablas
de idéntico tamaño, con los mismos tonos de color y temas apocalípticos, como
Dulle Griet y La caida de los ángeles rebeldes.
- Dulle Griet (La loca Rita) - |
- La caída de los ángeles rebeldes - |
Algunos han supuesto que las tres obras estuvieron destinadas a
una misma estancia, pero es imposible de demostrar. No obstante, sí puedo
demostrarte que este cuadro fue clave para Brueghel. Tenía algo que lo hacía
diferente. Único.
— ¿Ah, sí?
— En la única biografía contemporánea que existe del pintor,
publicada en una fecha tan temprana como 1603 por Karel van Mander, se dice que
Brueghel siempre consideró El triunfo de
la muerte su obra maestra. Es más, esta tabla se hizo tan famosa en su
tiempo que sus hijos la copiaron una y otra vez, incluso años después de muerto
el «viejo» patriarca. Y eso no sucedió con esos otros cuadros alegres que
mencionabas.
- El triunfo de la muerte - |
— Touché, doctor
—admito—, pero no veo adónde nos lleva su argumento…
— ¡Abre los oídos, hijo! El
triunfo de la muerte no fue una obra más en su carrera. En los años treinta
de este siglo, el prestigioso historiador del arte húngaro Charles de Tolnay,
una de las grandes autoridades mundiales en arte flamenco, sugirió que Brueghel
debió de formar parte de alguna oscura secta cristiana. Tolnay, sin más pistas
que su fino instinto, lo calificó de «libertino religioso», y dejó abierta la
puerta a posteriores investigaciones.
— ¿Y…, y qué se ha concluido? —pregunto intrigado.
-Biblia regia o Políglota de Amberes (1572), texto bíblico con versiones en hebreo, griego, arameo y latín - |
— Bien. —Fovel toma aire—. Escucha. Al parecer, Brueghel fue
un hombre muy bien relacionado en su tiempo, con amigos en los estratos más
altos de la intelectualidad de su época. Parece que, tras un largo viaje de
formación por Francia e Italia, típico entre los pintores de su época, se ganó
la amistad del cartógrafo Abraham Ortelius, un discípulo del genial Mercator y
autor del primer atlas mundial de la Historia, el Theatrum Orbis Terrarum, impreso en 1570. También
frecuentó al humanista Justo Lipsio, al que retrataron Rubens y Van Dyck. Y al
orientalista Andreas Masius. Y al impresor más importante de su tiempo,
Cristóbal Plantino, y hasta al bibliotecario de Felipe II, un muy erudito
sacerdote llamado Benito Arias Montano, que en esa época estaba en Amberes
negociando con Plantino para que imprimiese una nueva Biblia políglota, la
llamada Biblia regia. Montano estuvo
varios años en los Países Bajos al frente de ese colosal proyecto del que se
había encaprichado el rey de España, viajando por media Europa al tiempo que
contagiaba a un puñado de pintores selectos con sus ideas poco ortodoxas.
— ¿Y todos se conocían?
— En efecto —asiente—. Y fue gracias a que militaron
discretamente en una misma secta, de cuya existencia no caben dudas: la Familia Charitatis, también conocida
como la Familia del Amor. Fue fundada por un convincente comerciante holandés
llamado Hendrik Niclaes hacia 1540, y dejó una huella importante en las élites
centroeuropeas de ese tiempo.
- emblema de los familistas - |
— Dios santo —murmuro—. ¿Y en qué creía esa gente?
— De entrada, los familistas, que era como los llamaban sus
enemigos, estaban seguros de que el fin del mundo era inminente. Aceptaban que
sólo Cristo podría salvarlos, pero se mostraban recelosos de la Iglesia
católica, a la que consideraban pervertida y corrupta. Su idea fundamental era
la creencia de que en la noche de los tiempos el ser humano fue uno con Dios;
sin embargo, perdió esa cualidad cuando Adán comió de la fruta prohibida. Para
Niclaes, ni con aquel pecado perdimos nuestro brillo divino, así que enseñaba a
quien quisiera escucharlo que todos tenemos en nuestro interior la capacidad de
comunicarnos directamente con el Padre eterno. Niclaes escribió cincuenta y un
libros para desarrollar estas tesis. En ellos se pueden encontrar todo tipo de
métodos, instrucciones e ideas para afrontar lo que llamaba «la última era del
tiempo». Todos los firmó con las siglas H. N.
— Hendrik Niclaes…
—apostillo.
— No tan deprisa, hijo —me frena el doctor—. Si Niclaes se
escondió tras esas siglas fue para protegerse de las persecuciones del Santo
Oficio. Y no era para menos. Decía que sus textos eran la «última llamada» para
que cristianos, musulmanes, judíos y seguidores de todas las religiones del
mundo se unieran en una sola fe, con él como mesías. Y cuando eso ocurriera,
recordaríamos que todos somos hijos de Adán, hechos a imagen y semejanza del
Creador.
— Y ahora no irá a decirme que ese tal Niclaes tuvo algo que
ver con los adamitas del Bosco, ¿verdad?
La cara de Fovel se
iluminó.
—El propósito final
de la fe de Niclaes era el retorno al paraíso, hijo. Los familistas querían
devolvernos a nuestro estadio primordial de hijos de Adán para poder dirigirnos
otra vez, cara a cara, a Dios. Promulgaban la aparición del Homo Novus. El H. N. Y eso, entre otras
cosas, implicaría el regreso a la desnudez que vimos en El jardín de las delicias… Como ves, ninguna de esas ideas anda
lejos del credo de los Hermanos del Espíritu Libre.
- adamismo, nudismo místico - |
— Entonces —interrumpo perplejo—, ¿es seguro que Brueghel
fue un… familista?"
(continuará)
Interesante y documentada historia de nuestro amigo José Luis, en donde a través de varios trabajos, nos presenta, unos capítulos sumamente interesantes sobre la vida y obra de Breughel el viejo.
ResponderEliminarEnriquecen estas comunicaciones, en particular para los amantes de las obras de los grandes pintores flamencos del Renacimiento.