Entre semana, la misa se celebraba muy de mañana, a las siete, pero en Mendaza, ciertos días, había horario especial. En octubre, por la pasa de palomas, la misa era a las dos de la mañana, sí digo bien, ¡a las dos de la mañana!
Menos que otros días, la gente, seguía viniendo a misa. Por la Liturgia entonces, se necesitaba monaguillo, que era siempre niño. Ni pensar que ningún mayor, y menos cazador, fuera de D. Francisco, el Saltapeñas, hiciera de monaguillo. Algún año fui yo.
No era muy religioso mi deseo. El cura, D. Teófilo Paulín, nos daba una peseta de propina. Lo que sonaba entonces, ¡una peseta! Realmente una peseta era entonces mucho dinero.
Tras la misa, los amigos de la caza subían a las chozas del Monte de Arriba. Y los monaguillos y las devotas mujeres y volvíamos a casa a seguir durmiendo hasta la hora de ir a la escuela.
Manuel Piérola
Un pelón en Taiwan
Manuel Piérola
Un pelón en Taiwan
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