Los monaguillos éramos muchos. Se decía, no era verdad, que los peores del pueblo. En parejas, de los mayores a los más chicos, nos repartíamos los turnos para ayudar a misa. Y no era cosa fácil. Había que aprender de memoria y decir de corrido todo aquello desde introibo ad altare Dei, hasta las últimas Deo gratias; arrodillarse a tiempo, tocar en el momento justo las campanillas, servir el vino y hasta aquella gotica de agua que nos traía de cabeza. Servirla, sí, pero poquito a poquito. A veces se nos iba de miedo la mano y caía media vinajera. Y pasar el misal dos veces, nada menos, de un lado al otro del altar. ¡Lo que eran las normillas de la Liturgia , Señor! Y lo pesado que era el atril con el misal ¡encima! Y pasar exámenes, yo no los pasé nunca, como las reválidas de los barrenderos municipales de Tudela.
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- SACRISTÍA EN LA PARROQUIA DE SAN FELIX, MENDAZA- |
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Después de todo, felices tiempos aquellos que los viejos de cada época recordamos con cariño y consideramos como los más felices de nuestra vida.
Manuel Piérola
Un pelón en Taiwan
Siguen interesantes estas magníficas memorias. Nos recuerdan nuestra juventud que se desarrollaba de manera similar en Aoiz. Fuimos monaguillos y las costumbres y actuaciones eran parecidas a las de Mendaza.
ResponderEliminarLas monedas de niquel con "agujero" contemplan otros tiempos de economías mucho más limitadas a las actuales