También nosotros nos las dábamos, las tortas, si bien de otro tipo en nuestras correrías por Mendaza. Los de aquella época recordarán la montaña de arcilla que había en la parte final del frontón, junto a la pared de la huerta de Don Teófilo el cura. Pues bien, en invierno, cuando no podíamos ir a ningún sitio a jugar, sobre la arcilla humedecida abríamos una grandiosa pista de esquí de la anchura de nuestras alpargatas y de altura desde la cima hasta el nivel del frontón de casi cuatro metros.
Esquís no teníamos, pero en alguna ocasión bajábamos a la carpintería de La Venta a buscar alguna tabla que nos valiese para resbalarnos. Si no la encontrábamos, que era casi siempre, subíamos mohínos, pero en cualquier caso todo correr, a ver quién era el primero en ponerse a esquiar.
- Gran nevada en Mendaza con ampliación de pistas y resbaladeros - |
Muchos días no pasaba nada pero era frecuente algún accidente deportivo. La técnica consistía simplemente en mantener el equilibrio sobre el suelo húmedo de la arcilla. Después nuestra madre se encargaba de limpiar los pobres pantalones que llevábamos. En ocasiones, sobre todo si no teníamos un pantalón de repuesto, nos ponía caliente el trasero a alpargatazos. Siempre me pregunto lo que tendría que sufrir mi madre con tantos hijos. ¡Menos mal que los que vinieron detrás de mí eran de mejor pasta!
Manuel Piérola
Un PELÓN venido de Taiwan
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