miércoles, 23 de marzo de 2011

MEMORIAS DE UN PELÓN DE TAIWAN (IV). EL MIN.

EL MIN

¿Cómo se llamaba? A su padre le llamaban Sr. Francisco, a su madre seña Francisca. ¡Coincidencia extraña! Realmente no recuerdo, no estoy seguro de cómo se llamaban.

Alto, desmagrado, con unas ropas más recosidas y desgastadas que las normales de entonces. Difícilmente podrían defenderlo de los frios del invierno y del sol de los veranos. Me figuro que sería también bien magra la propina, hoy sueldo, por su trabajo. Un hablar gangoso, casi ininteligible, un andar entre cojo y patoso, pero siempre muy cerca de sus cabras.



¿Quién era realmente? ¿Cómo era en lo más profundo del corazón? ¿Qué pensaba, en medio de su sonrisa, cuando veía a algunos vecinos reacios a subir la soldada? Esto es algo en lo que nunca pensé en aquellos tiempos. Pero me ha quedado un fondo de tristeza y remordimiento por haberlo olvidado, como se olvida un juguete viejo y roto. La verdad es que le debo muchos desayunos por haber pastoreado durante los muchos años que viví en Mendaza las cabras de todos, también las nuestras.

Recuerdo cómo todas las mañanas, todas, pese a sus dolencias y dificultades corporales, antes de que Don Ángel, el maestro, abriera la escuela, el Min, había pasado, camino del monte de Arriba o del Robledo, con sus cabras a buscar el mejor pasto. Pasaba por delante de la escuela sonriente y gritándonos algo que no lográbamos entender, para volver algunas veces, cargado con un par de cabritos, seguido de cerca de alguna mamá cabra, que reclamaba, balando, a sus “hijitos”. Se parecía a las imágenes del Buen Pastor que tantas veces hemos visto en nuestras iglesias. ¿No sería, me pregunto, uno de tantos buen pastor que pasan a nuestro lado sin que nos demos cuenta?

También el Min se fue. El Padre Eterno lo tendrá, de seguro, en su regazo con algún rebaño grande y cariñoso de cabras de la cabrería de Mendaza y algún pelón, ahora ya Pelón, con mayúscula que le haga compañía, alegrándose los dos, contando las peripecias de aquel tiempo.

Manuel Piérola
Un pelón de Taiwán

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