sábado, 27 de octubre de 2012

UN YOGUI EN LA BERRUEZA

Estábamos apurando las últimas semanas del invierno. Marzo llamaba a la puerta y el campo ya estaba de un verde subido. Eran las cuatro de la tarde, nos encontrábamos paseando por la Berrueza y contemplábamos aquel cordal mágico que habíamos profanado por la mañana, la sierra de la Costalera.

Pasado Mirafuentes teníamos la perspectiva perfecta, se distinguían las moles de Codés, las puntas de Malpica, la punta Yoar, la Plana, el collado de la Llana, La Costalera y Peña Gallet. Ordovás, José Luis, no se lo pensó dos veces y tomó prestada con su cámara la imagen que adorna la cabecera del blog. La sierra de Yoar y la Costalera delimitan La Berrueza en su rincón suroeste y amparan en sus faldas a Nazar y Asarta. Un sitio perfecto para levantar un asentamiento, debieron pensar los primitivos colonizadores.


- La sierra de Yoar y la Costalera -

Un sitio perfecto, también, para que un yogui practique el vacío, el silencio de la mente, el wu-wei con el que los taoístas se identifican con el paisaje. Eso mismo debió pensar aquel pobre pedigüeño que apareció una primavera en la Berrueza, a mediados de los 70, por la puerta de Mués. Se hacía llamar JoshiYogui y era diferente a los otros pobres. Tenía el pelo sucio y muy largo, con tirabuzones, que enrollaba y recogía durante el día bajo un gorro naranja de lana. Por la noche lo desenredaba y lo limpiaba cuidadosamente con un peine de madera.

Un pequeño anillo de plata en forma de luna creciente adornaba su oreja derecha. La cara aparecía medio tapada por una larga barba gris. Vestía unas túnicas descoloridas que un día fueron blancas. Pasaba con muy poco. Gustaba de las sopas y de los potajes de legumbres que las gentes de los pueblos le ofrecían como cumplimiento de la caridad cristiana, y no hacía ascos a unas patatas con chorizo. Otra cosa le distinguía del resto de mendicantes, era abstemio.

Cuentan los que le llegaron a conocer que había viajado a la India, donde residía una tía monja de las hermanas de la Caridad. Allí descubrió el ascetismo hindú cuando conoció al Yogui Swami Bhajana que tenía una escuela de yoga para occidentales en Nanche-Nanzhar, en el norte, a las puertas del Himalaya, a las afueras de la ciudad de Mendazhar, uno de los siete lugares más sagrados de la India, conocido como la puerta del Ganges.

Durante dos años se instruyó en la práctica del yoga kundalini, una escuela de tantra que pone el acento en la práctica de lentas rutinas y ejercicios de concentración mental. La inmovilidad, prácticamente total, durante horas y el control de una respiración profunda le permitieron a Joshi conseguir una relajación que no había conocido en su vida anterior. Aquel dominio físico y mental hizo posible alejar de su mente los fantasmas de una adolescencia mal superada que le habían corroído el alma hasta el desespero.


-  El maestro yogui Swami Bhajana -

En su viaje por la Berrueza, Joshi descubrió en Ubago la imagen de la Costalera y quiso practicar allí el sardhú (el ascetismo de los yoguis). Se retiró a meditar a las afueras del pueblo. La gente no tenía nada contra JoshiYogui, todo lo contrario, le consideraban como una persona muy inteligente, demasiado para lo que estaban acostumbrados a tratar. Hasta los críos le profesaban un especial cariño permitiéndose algunas bromas en los motes que le adjudicaban: OsoYogui, Bu-bu, Cosicosi, Elpelos y otros de peor gusto.

Sin embargo, el sino de los pobres era pasar y no quedarse, por lo que cualquier intento de residencia permanente en el lugar era considerado un peligro. Se comentaba que, a través de la meditación y de diabólicas posturas (ásanas), buscaba la verdad, la no violencia, la no codicia, la conformidad, la rendición del ego y el control de la energía sexual. Bueno, ¡hasta ahí podríamos llegar!

El cura contactó con la guardia civil para conocer sus orígenes. Joshi era conocido en el cuartelillo como el “hijo pródigo”, un niño de casa bien, procedente de Mendavia, al que se le perdió la pista después de acudir el verano del 69 al festival de la isla de Wight, en Inglaterra, con unos amigos que había conocido en Zaragoza, donde había empezado a estudiar medicina. Al cabo de unos años, Joshi regresó a España y cuando acudió a su pueblo se encontró con la casa paterna cerrada y abandonada. Sus padres habían muerto y ya no le quedaba nada. En el pueblo no lo volvieron a ver.

Aquella fresca mañana de abril, Nazario, vecino de Ubago, se dirigió con el macho a limpiar un pequeño campo junto al Odrón que empleaba como huerto. Como otros días, vio a Joshi en la posición de loto, abstraído, mirando el perfil mágico de la Costalera y meditando sobre el acontecimiento más importante de su vida, la muerte. Nazario le saludó con su acostumbrado: -Apetece, o ¿qué?  Joshi no movió su postura.

Cuando Nazario volvió a casa a la hora de comer, reconoció a Joshi en la misma posición, inmerso en la contemplación de la montaña que tenía enfrente. Nazario apretó el paso del animal y después de comer comunicó a la guardia civil de Los Arcos la situación del cuerpo. Unos primos de Joshi se hicieron cargo del mismo y le dieron sepultura en un lugar de la sierra de Cábrega, con la cabeza mirando a la Costalera. Un pequeño montón de piedras señala el lugar de la inhumación.

- La sierra de Cábrega donde yacen los restos de JoshiYogui -
Finalmente, y al cabo de una vida complicada, allí, en La Berrueza, Joshi había encontrado la iluminación, el orden del universo, el orden de los dioses, el orden de la naturaleza, el de los astros, el del hombre y sus relaciones. Joshi había encontrado el Dharma y descansaba en paz.


1 comentario:

  1. Extraordinario relato, como los que nos acostumbra a descubrir nuestro profesor José Luis. Cuando el lo cuenta señal de que conoce las circunstancias del hecho y está documentado sobre esta curiosa historia.
    El conocimiento de los lugares donde se desarrolla, con una adaptación perfecta al desarrollo de la vida de este personaje, nos permite comprender la situación de estas personas cuya vida cambia de rumbo, al encontrar en su existencia motivos para abandonar la materialidad y abrazar prácticas de espiritulidad.

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