viernes, 27 de abril de 2012

REVUELTO DE IMÁGENES A LA SALSA DE MÚSICAS AROMÁTICAS (V): NAVARRA DE FIESTA

Para un niño criado en el ensanche de Barcelona, que pasaba su vida entre el colegio y las paredes de su vivienda, sin experiencia de alegrías colectivas y celebraciones sociales, el vivir el verano en Mendaza suponía descubrir la capacidad lúdica de los mayores y que la vida era algo más que trabajo y casa. 

Tras las labores del campo rematadas con la siega y la trilla llegaba Agosto y la ronda de fiestas populares de los pueblos. La gente respiraba tranquila por unos días y buscaba la oportunidad de salir de la rutina del trabajo y disfrutar de lo extraordinario, la fiesta.

Entonces y ahora, por encima de todas las fiestas y marcando el estilo, las de la capital, las primeras a principios de Julio. Eso era y es punto y aparte. Luego, a escala, de forma más comedida, se vuelven a repetir las celebraciones colectivas en cada uno de los pueblos. Navarra ha sabido como nadie ritualizar la liturgia de la fiesta, medir la dimensión del jubileo público y gozar de los días festivos para continuar las rutinas del resto del año, ¡Ay, pobre de mí!

Pero mientras dura la fiesta hay que vivir la felicidad, porque si Jesús lava nuestros pecados como dice la canción, la fiesta nos limpia del hastío, de la indolencia, de la tristeza, de la dejación, de la desgana, de los malos humores y nos devuelve la alegría, el gozo, el júbilo y lo mejor de nosotros. 
¡Oh, feliz día de fiesta!




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