jueves, 6 de octubre de 2011

LAS FÁBULAS DE SAMANIEGO (VII): EL RATÓN DE LA CORTE Y EL DEL CAMPO

Esta fábula está mejor desarrollada que otras, menos elaboradas. La moraleja queda libre al escuchante, pero obvia se adivina, que diría el mismo Félix, que no hay mayor deleite, que un par de huevos en tu casa fritos con aceite.

EL RATÓN DE LA CORTE Y EL DEL CAMPO


Un Ratón cortesano
convidó con un modo muy urbano
a un Ratón campesino.
Diole gordo tocino,
queso fresco de Holanda,
y una despensa llena de vianda
era su alojamiento,
pues no pudiera haber un aposento
tan magníficamente preparado,
aunque fuese en Ratópolis buscado
con el mayor esmero,
para alojar a Roepan Primero.
Sus sentidos allí se recreaban;
las paredes y techos adornaban,
entre mil ratonescas golosinas,
salchichones, perniles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso!
de pernil en pernil, de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
llega la despensera.
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
pierden el tino, mas al fin se escapan
atropelladamente
por cierto pasadizo abierto a diente.
«¡Esto tenemos! dijo el campesino;
reniego yo del queso, del tocino
y de quien busca gustos
entre los sobresaltos y los sustos.»
Volvióse a su campaña en el instante
y estimó mucho más de allí adelante,
sin zozobra, temor ni pesadumbres,
su casita de tierra y sus legumbres.


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