Los más pequeños del pueblo tenían también sus momentos de gloria. Eran tiempos en que las fiestas de carnaval no eran bien vistas, pero existía el día de misiones donde se daba rienda suelta a la alegría del disfraz. Fuera de papa, obispo, misionera o de "infiel de cualquier color" los más jóvenes esperaban el día para salir en procesión. Y cuando había un bautizo se esperaba en la calle la generosidad del padrino en forma de dulces y "ochenas" (décimos de peseta).
Ser joven en Mendaza siempre tenía motivos para la alegría.
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