Hace poco que he visitado Mendaza y en esa hora tranquila en la que la camioneta del pan aún no ha roto el silencio y en la que los perros son los dueños del pueblo, mirando de frente al monte de Asarta y al resto del valle, tuve la sensación de que todo estaba igual que siempre, que nada había cambiado. Hice las fotos de rigor y el propio silencio me despertó del viaje en el tiempo. La mañana era espléndida y el espectáculo magnífico. Merecía la pena haber vuelto y estar allí.
A todo buen paisaje le corresponde un buen paisanaje me dije y eso mismo busqué en vano. A esas horas de la mañana me costó encontrar un alma y cuando lo hice me dí cuenta que no despertaba en mi memoria ni los buenos días. Ya no era capaz de reconocer las nuevas alineaciones, seguía colgado de los Min, los Chalecos, los Pintores, los Guindillas y tantas y tantas glorias. Así que volví a contemplar la historia congelada de esas fotos que nos devuelven otro Mendaza con más vidas, en blanco y negro, diferente, igualmente nuestro.
Esto es un ensayo y un estreno de una nueva forma de comunicarnos, nuestro mural común donde poner cosas del pasado, del presente y del futuro, siempre que nos apetezca y nos parezca que está bien, que lo vea el que quiera y cuando quiera, amén.
Un abrazo.
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