viernes, 13 de septiembre de 2013

A LOS SESENTA TODO SE TRANSFORMA

El otro día escuchaba la canción en la radio. Sonaba bien como todo lo de Drexler. Y entonces se produjo la magia, el encuentro.
- Eso mismo pienso yo - me dije-. Qué bien dicho está y, además, qué bien lo dice.

La letra de la canción cuenta la historia de un amorío y la conexión universal del caos de la vida. Por su parte, el estribillo parece sacado de un manual de termodinámica recordándonos la ley de la conservación de la energía: -"Nada se pierde, todo se transforma", dice.

Pero sobre todo el estribillo contiene filosofía de vida: "Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da". Por lo que he visto y vivido es bastante así. Si tu has tenido amor y cariño en tu infancia acostumbras a intercambiar lo mismo en tu época de adulto. A veces el flujo es de energía negativa, pero el estribillo le vale igual. Así va la vida, como una espiral donde todo se transforma y nada es lo mismo, nada se repite y nada se pierde, salvo lo que no se da.

Alcanzados los 60, y después de haber asistido a más 21.900 amaneceres confieso que la vida me ha regalado cariño y amor en todos esos días. Sólo quisiera haber correspondido con algo de lo mucho que he recibido. De cualquier modo, sigo convencido que en esta vida merece la pena intentar hacer felices a los demás. Es tan simple como egoísta. Como dice la canción, uno recibe lo que da, felicidad. Bravo Jorge.




Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma
.

El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería......

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma
.


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