Lo primero que le pregunté fue por el Tarot Català. Me explicó que era el más antiguo de Europa, heredero directo de los originales tarots indopersas. Había sido traído a Cataluña en el siglo XIV por un judío balear que cubría la ruta comercial con el medio oriente. Con tal garantía de genuidad no lo dudé y me lancé a investigar mi suerte. Tenía derecho a conocer mi futuro, nadie me lo podía negar. Otra cosa es que decidiese creer en él. No confundamos: decidimos sólo creer, pero no podemos predecir el futuro, y esta oportunidad no la podía dejar pasar.
Las cartas iban desgranando toda una serie de tópicos sobre la suerte, el amor, las amistades y los viajes que me iba a deparar el futuro más o menos inmediato. Sin embargo, el cartomántico me inquietó con su diagnóstico final:
-Vostè té moltes coses en el seu interior que necessita treure-les fora, i cada dia que passa és més probable que no pugui fer-ho.
Con el gesto grave, y sin decir palabra, me dejó entrever el naipe desafortunado. Apenas pude fijarme, pero juraría haber reconocido la silueta de la diosa Cibeles.
¡Vaya!, el Tarot Català acababa de recordarme que tenía fecha de caducidad, y yo sin sospecharlo, ¡qué inconsciente!
¡eternas gracias, Pedro!
En el día de tu cumple te regalo una rosa.
Por muchos años.
(pulsar el símbolo del audio para escuchar la canción)
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