- salida de Mendaza hacia Mués - |
El que conozca mi casa, la de la Hortensia, podrá hacerse idea de lo alto que era mi padre. Allí también, poco antes de Navidad, una hija de Joaquín Berruete, comenzó a darle por decir que olía a dinero. Nos pusimos todos a buscar y encontramos 1.275 pesetas, de las de entonces. Y en esto aparece el caminero, mi padre, buscando como loco el dinero de la paga extraordinaria de Navidad, ¡1.275 pesetas! Gracias a tí, a tu gesto, Srta. Berruete, aquel año pudimos celebrar en casa del caminero la cena de Navidad.
-casa Gureetxea en el barrio - |
Estamos ya en pleno Barrio de Arriba. Las casas de la Seña Pilar y el señor Romualdo, de Honorato, ¡aquel hombre tan grande! Un día, en una de mis visitas, ya muy viejo, lo vi llorar al recordarme. Me emocionó verle llorar, pero ya no volví a verlo. Poco después de mi visita se fue de este mundo. Cuántas noches pasé a su casa para llevar un litro de leche, con chorrotada incluida, que me ponía la seña Pilar para el hermano pequeño de turno.
Sigo por la calle de la ronda. Ya llegamos al frontón. Era campo de deportes para todo: la pelota, las canicas, el hinque, el pitix, el ropaencima, alguna vez la echada y el resvalizador, y otros que ya no recuerdo. Siempre estaba lleno de gritos de los chicos, y al final también de las chicas. Entonces comenzaba en Mendaza la lucha entre los dos sexos generalizada, que a día de hoy, todavía no ha concluido.
- foto en el frontón - |
Una vez, era verano, un grupo de chicos estábamos en el frontón jugando al punto. El mayor, yo, de diez años, era el cabecilla. Las chicas hacían otro grupo y querían jugar, pero no con nosotros. Esperaban que, por las buenas, les dejáramos la parte delantera del frontón. Viendo que de nada servían sus peticiones ni sus gritos, pasaron a mayores. Por tres veces se acercó, en son de guerra, la mayor de ellas, Sagrario Urdangarin, una verdadera moza de 14 años. Ninguna de las tres veces se me ocurrió nada mejor que agarrarle el vestido, un vestido nuevo, azul y tirar con fuerza hasta rompérselo.
Manuel Piérola
Un pelón en Taiwan
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